¡Ah! ¿Pero no hay coches en doble fila?



Hace unos días, estaba con mi colega Manuel Lérida en el colegio de Guaza, a él, le habían invitado a enseñar sus fotos y dar su versión sobre la inmigración irregular a los chicos de ese colegio, poco después de que acabara, mientras afuera llovía bastante fuerte, nos avisaron de que acababa de arribar un cayuco a la playa de Las Galletas. Como siempre, nos colgamos la cámara y corrimos todo lo que pudimos.
Al llegar a la playa, había dos policías locales que controlaban a un grupo grande de inmigrantes, unos 50, y un poco más cerca del cayuco varado, separados entre si, otros dos inmigrantes tirados en el suelo, uno de ellos casi inconsciente. En aquel momento no le di mayor importancia al hecho de que nadie estuviese con ellos. La verdad, salté el muro cámara en mano y me dediqué a disparar fotos como un loco.
En muy poco tiempo, casi sincronizados ya que veníamos del mismo sitio, llegaron Miguel y Cris de Cruz Roja que inmiediatamente se pusieron manos a la obra con los que estaban tirados en el suelo. Yo seguí disparando.
El caso es que como estaban solos de nuevo, Manolo, algunos viandantes y yo, nos pusimos a cargar personas (sobre todo los dos peores) desde mitad de la playa hasta el edificio de Cruz Roja que hay en ella (unos 500 m). Seguía sin darle importancia porque estaba con la cabeza en que a Miguel y a mi no se nos cayera de los brazos aquella persona, que para mi pesaba una tonelada, ¡Dios mío! Cuando casi llegábamos al edificio, por fin, un policía local de Arona con las manos en los bolsillos y cara de burla me dice, ¿pesa mucho?
Bueno, sobre el comportamiento de estas personas poco hay que decir, entiendo que ese no es su trabajo, tampoco es el mío, es una cuestión de humanidad. Un poco más tarde la Guardia Civil llegó y se puso a repartir mantas y kit de ropa…